jueves, 20 de septiembre de 2007

MINIMALISMO



Va caminando y descubre que todo se achica. Con horror lo descubre, con asombro y certidumbre, descubre que todo se achica. Se detiene a pensar un momento (que es más breve), da unos pasitos con nerviosa rapidez, y descubre que todo se achica. No es que vaya caminando y los árboles más chicos que antes, y él super grandote, no que todo se vaya achicando a su alrededor, sino que todo se achica. Es decir, él mismo se achica exactamente al mismo paso que cada una de las cosas. “Con este descubrimiento podría llegar a grandes conclusiones” - piensa, pero sus ideas se achican. Con exactitud matemática sus manos tocan esta flor, sus mejillas rozan el viento, sus ojos que miran y ven más pequeño (no es un defecto visual, no más borroso, sino más pequeño). Se encoge de hombros, pero esta vez no es un gesto, se encoge de hombros, caderas, pelo, uñas; todo al irreversible paso, todo de la misma abominable forma. No es que se de cuenta de que las cosas son más pequeñas por sus sentidos, porque éstos también se achicaron… la gaviota es más pequeña, pero también su ver-la-gaviota en proporción exacta, de donde todo sigue en apariencia normal. No es que pueda cruzar la Avenida de un pasito, porque también sus piernas irremediablemente, sus dedos, los ínfimos coches que tiene que esquivar a las corridas. El sol es una pelota inflable, todo es un micromundo, pero sólo él lo sabe.
Va a ver un partido de fútbol que parece un partido de metegol. No puede percibirlo, pero lo sabe… los jugadores tan pequeños, él sentadito en la platea que ayer daba una tremenda sombra que tapaba medio estadio y ahora es como la chapita del costado del metegol que tapa media canchita. El grito ensordecedor de la multitud es un murmullo, lo sabe aunque tape las turbinas del avión que sobrevuela la cancha, ese avioncito.
Lo charló con algunas personas. Ninguno pudo entender de qué estaba hablando. Le intentaron mostrar que todo estaba igual, pero claro, ellos estaban teniendo sus percepciones “a escala” ya que todo se iba reduciendo de igual manera. Uno de ellos le dijo que algo parecido estaba pasando con la filosofía y le nombró a Habermas. A él le causó gracia que tomara tan arbitrariamente un objeto cualquiera, digamos, la filosofía. Lo que este amigo pensaba era que la filosofía había empequeñecido más que el resto, pero eso no era cierto. Uno de sus amigos, más pragmático y con muchos más recursos y contactos, lo llevó incluso a ver el metro patrón. Por medio de algunos chantajes y amiguismos, consiguieron sacarlo e ir a medir cosas al azar: una sonrisa de una nena con trenzas, las manchas de helado de chocolate de algunos chicos en la plaza, estatuas públicas, y hasta se midieron ellos mismos (lo cual mejoró notablemente el procedimiento, puesto que de esto sí tenían las medidas anteriores a cualquier proceso de achicamiento); el resultado: todo medía exactamente igual. Tardó muy poco en darse cuenta de que el metro patrón había encogido al mismo ritmo y que así la humanidad, la pequeña humanidad, se quedaba tranquila de que todo medía lo mismo y nada había cambiado. Finalmente, un conductor de trenes que había oído del caso, quiso explicarle la cualidad relacional de los tamaños… y que si todo, absolutamente todo, encogía al mismo tiempo según sus proporciones, que eso sucediera o no, daba exactamente lo mismo, porque de hecho, llamamos encogimiento cuando algo queda más chico en relación a las otras cosas (graficándole esto con su chaqueta de conductor de trenes, que su mujer había lavado al parecer sin hacer caso de ciertos procedimientos imprescindibles y que había quedado mucho más pequeña que sus brazos, por decir). Entonces él fingió tranquilidad y lo saludó amablemente, pero lo mismo la sensación de pequeñez lo invade y piensa en aquellos días en que todo era más grande.

sábado, 15 de septiembre de 2007

SE ME CAYÓ UN VERSITO

los días venideros

cuando el asesino cuenta las balas
y el trapecista mira hacia abajo
cada vez que el principal actor de un principal teatro
se olvida la letra
cuando el arquero ya eligió su izquierda
y el penal fue pateado a la derecha
cuando la señora ve que el peluquero cortó demasiado
cuando la prostituta se baja la pollera,
en el momento en que dejan sus hijos en la escuela
cuando el empleado puso mal el sello
y allá viene el jefe chinchudo
cuando el navegante ve venir la tormenta
en qué cosas piensan si no en tu recuerdo

quiero decir que cómo hará esta buena gente
para aprisionar la angustia
para esperar algo mejor de este mundo oscuro
en quién pensarán, porque lo que es yo
sin ser asesino ni trapecista ni actor
ni el gordito arquero ni la dama coqueta
sin ser una puta ni un padre ni empleado
mucho menos navegante salvo en mares de palabras
me las arreglo creyendo que tus manos quieren verme
camino porque algún día voy a llegar a tu casa
me duermo porque quizás tu voz por la mañana
y escribo algunos cuentitos porque quizás los leas;
pero me pregunto cómo harán ellos
qué sueños difusos o caras concretas
que inalcanzable utopía estarán persiguiendo
para dejar que se agolpen nomás los nuevos días.

lunes, 10 de septiembre de 2007

UN CUENTITO PARA LEER EN UN DÍA DE LLUVIA COMO HOY


Todo lo que ves es un espejismo… el mundo está atrás.

Huele a racimo de velas recién apagadas, todavía la cera ardiente; huele a silencio incómodo, a ascensor lleno, a vestigios de sonrisas. Tiene la forma de los muñequitos de plastilina, pero es más indócil, tiene aspecto arborescente; suena a blues posmoderno tocado con máquinas. Patea como un bebé en la panza o un canguro, con los pies llenos, como Batistuta si le queda un rebote en el área chica. Intriga como el final de una de suspenso, como una chica cruzada de piernas, como el sabor de una mermelada de damasco de marca desconocida, como una esquina que no hemos doblado nunca. Confunde como la noche sin estrellas, grita como el sonido seco del silencio, deambula como un trompo al borde de la mesa, a punto siempre de explorar el aire y caer.
Sonríe como un personaje de Tim Burton, camina sin abrir los ojos y se golpea, suena a galope que se acerca, a latido apremiante. Vuela como una gaviota en la playa contra el viento, se cae como un nene aprendiendo a caminar, tiene la consistencia de las pompas de jabón y sus ventajas. Camina con la decisión de una tortuga, despliega sus alas como la noche, se adorna de peces y de lucecitas…
No quiero ponerle ningún nombre, sólo decir que está acá y es una cadencia.

jueves, 6 de septiembre de 2007

AHORA TENGO BLOG! QUÉ CAPO! COMO MODO DE PRESENTACIÓN DE "UN PECECITO" VA UN CUENTO Y UN VERSITO... EL VERSITO ES MÍO Y EL CUENTO ES DE MI HERMANA MECHI.

un pececito

nací exiliado
gorrión de plumas despeinadas
bicharraco grandulón con mediastintas
con los versitos sabidos de memoria

soñé con el perro serpiente de ojos amarillos
y un sapo gigante que croaba en el patio,
me puse a escribir una vez un cuento de piratas
y aprendí a odiar a policías y maestros

rojo era el cielo
siempre rojo
y el mundo me asustaba pero el monstruo era yo
cuando nadie comprendía el tono de mis palabras[1]

rugosas las banderas de los niños- torres, [andrajosas]
blandas las palabras que intentaron darme,
el sapo era verde como un musgo y cristalino
y lo mismo croaba en el patio como siempre

el placard era una puerta,
las manchas eran un enigma,
por todos lados el perro serpiente de ojos amarillos
comiéndose mis cosas y mirándome pasar,
lo mismo seguía exiliado aunque las urnas,
igualmente sapo de otro pozo
de la misma forma granizo de semen,
señuelo de señas, prisa de pereza,
algodón pintado, racimo de azar.

sin querer me fui volviendo maestro y policía
yo que me esperaba pirata o sino peterpan,
pero todavía al dormir me vuelvo el sapo y el perro
todavía en el exilio que empezaron mis padres,
sigo siendo esa tortuga de caparazón brillante
y el cielo vuelve a ser rojo y los colores de verdad.

[1] Porteñito del Tuichá.



PLUMAS Y ESCAMAS (POR MECHI CATANI)


Tengo un hermano pez. Y esto, claro, no asombra a nadie. El tema es que cuando mi hermano cursaba la escuela primaria, una maestra le escribió en su cuaderno Rivadavia, las palabras que habrían de cambiar para siempre su vida. Con birome roja y correctísima caligrafía, entre provincias y capitales unidas con flechas de colores, le escribió “Se cóndor”.
Contra la creencia generalizada, mi hermano era un chico obediente. Sólo que aquella frase le demandó el esfuerzo de una vida.
Lo pensó. Lo dudó. Finalmente pegó el salto y abandonó la pecera (que en su caso era el río Mártires justo en la parte que atraviesa el Círculo de Periodistas).
Al principio le costó mantenerse en el aire y sobretodo respirar, pero poco a poco lo fue logrando. Como vuela bajito, todavía no se cruzó con ningún cóndor. Y pasados años y años, no logra aún cumplir con lo encomendado y créanme eso lo aflige.
Yo le digo: los peces no vuelan. Como le digo a los Jónathan en el juzgado: rescatate. Pero ni yo me lo creo. Y cuando mi hermano me muestra sonriendo las plumas que le empiezan a crecer entre las escamas, coincido con él en que son realmente hermosas y que le quedan mucho mejor que ese gris/plateado y monótono de antes.
Andar por los cielos le ha dado otra perspectiva de la vida y le permitió descubrir cosas asombrosas, como por ejemplo que su amigo Franco era de colchón. Franco, su vecino de la casa construída sobre pilotes de madera, con quién había jugado toda su infancia, estaba hecho completamente de colchón.
Como es un pececito moderno, tiene dirección de hotmail y hablamos por el messenger sobre las cosas nuevas que ve y aprende en sus vuelos. Y también claro, de palo pandolfo, del nuevo disco de estelares, del bambinismo y del más grande y húmedo de todos los Cronopios: un tal Julio.
Yo le escribo mensajitos de textos diciéndole “hay arroz” que quiere decir: te quiero mucho, tanto como a las milanesas de Vicenta o a los ñoquis rellenos de la Cervecería Modelo (no por nada soy la primera en sentarme y la última en levantarme de una mesa vestida con mantel).